viernes, febrero 18, 2011

Ojo por ojo - diente por diente.






OJO POR OJO – DIENTE POR DIENTE.

El Evangelio del próximo Domingo, Mateo 5,38-48, continúa presentando el texto del Sermón de la Montaña. Ahora el tema es el amor a los enemigos. Difícil de comprender y, como algunos afirman, más difícil es llevarlo a la práctica. ¿Qué nos querrá decir Jesús en estas enseñanzas? ¿Y cómo está llamado a comportarse el cristiano como discípulo de Cristo cuando recibe insultos o es objeto de violencia?

Jesús proclama aquí que ante las ofensas recibidas hay otra manera de actuar, diferente a la que se deja llevar por la pasión, las emociones, los impulsos incontrolados; esto refleja que ese corazón está lleno de ira y de rencor. Jesús enseña que el nuevo modo de actuar nace de un corazón que se ha abierto totalmente a Dios; que reconoce a Dios como el Padre Bueno y se reconoce él mismo como hijo de Dios. Situado así, en la apertura a Dios, es como la persona podrá comprender las palabras de Jesús y llevarlas a la práctica.

El “Ojo por ojo, diente por diente” fue una ley que regulaba el afán de venganza y represalias que  llevamos en nuestro interior para hacernos justicia por mano propia ante los daños ocasionados. Textos legislativos son: Ex 21,22-25; Lv 24,20; Dt 19,21. La reparación debía ser proporcional a la ofensa, no llevarse más allá, y todo quedaba resuelto. Violencia tras violencia traía “paz” por fuera, pero por dentro el corazón seguía lleno de odio y resentimientos.  Jesús enseña ahora que hay que ir hasta el fondo de esta ley para encontrar la voluntad de Dios, a fin de romper con la espiral de violencia que trae consigo responder con la misma violencia; más aún, hay que cambiar el corazón.

Por eso Jesús propone “No enfrenten al que les hace el mal”. Quiere evitar la violencia física y el odio que trae consigo. Aquí hay algo importante que atender: Jesús deja la puerta abierta a la posibilidad de una resistencia moral para defender la vida. No está llevando a sus discípulos a la cobardía ni a ser miedosos, sino a defender el valor fundamental que es la vida. Jesús mismo, cuando le pegaron un bofetón en el juicio ante Anás (Juan 18,22-23) no presentó la otra mejilla; interpeló al agresor, y se mostró así totalmente persona que protestó con toda dignidad, dominio de sí y mirada tranquila. Es cierto, después vino más violencia, pero en ese momento Él, indefenso pero lleno de fortaleza y dignidad, venció la escalada de violencia. En nuestros tiempos hay dos ejemplos que llaman la atención: Gandhi y Luther King, con su actitud de resistir organizando un movimiento pacífico. El texto de Rm 12,19-21 muestra que la enseñanza de Jesús va en la línea de ser una estrategia para vencer el mal con el bien; no es una resignación pasiva o indiferencia ante el mal. El objetivo es obligar a que el adversario cambie internamente; claro, esto ya no está en las manos del discípulo de Jesús sino en las manos de Dios.

Amar a los enemigos. ¿Cómo puede un cristiano amar a sus enemigos? Sólo lo puede hacer imitando a Jesús; el amor de Jesús es la entrega de la vida, es donar la vida por los demás. ¿Y de qué manera el cristiano expresa su amor a los enemigos como donación de la vida? El mismo Jesús lo enseña en el Sermón de la Montaña: Mediante el corazón limpio, esto es, desterrar odios y resentimientos, desear el bien a los enemigos y orar por los enemigos. Este es el amor cristiano, amor libre y desinteresado, que trasciende lo puramente humano, que dignifica a quien lo ejercita, que es un amor universal, porque tiene su fundamento en el amor del Padre Dios, quien nos ama a todos sin distinción.

San Pablo hace suya esta enseñanza célebre de Jesús en Romanos 12,14-21. Como Jesús, Pablo pide una actitud sincera de desear el bien a aquellos que nos hacen el mal. Pablo mismo da ejemplo cuando dice: “He tratado de adaptarme lo más posible a todos, para salvar como sea a algunos” (1Corintios 9,22). Pablo pide que no se devuelva el mal por el mal, y con un gran realismo alienta a sus cristianos a vivir en paz con los demás en la medida de lo posible:Hagan lo posible, en cuanto de ustedes dependa, por vivir en paz con todos” (Romanos 12,18), y a no hacer justicia por ellos mismos, sino dejar este cometido a Dios.

Es interesante observar lo que dice Pablo en Romanos 12,20, citando Proverbios 25,21-22: “Actuando así, harás que enrojezca de vergüenza”. ¿A qué se refiere? Esta imagen indica la esperanza de que el bien hecho al otro lo haga reaccionar de tal forma que llegue finalmente a cambiarlo, que revise su comportamiento. Dice la Biblia de Jerusalén en la nota: “el cristiano se venga de sus enemigos haciéndoles el bien”. Es, como lo mencionaba yo antes, una estrategia para alcanzar un objetivo fundamental del amor: vencer el mal con el bien.

→ Cuando alguien quiere herirme, ¿cómo reacciono?

→ En una escala del 5 al 10 (5: lo mínimo – 10: lo máximo) ¿En qué número me coloco respecto a esta enseñanza de Jesús?

→ ¿Qué necesitan nuestras comunidades cristianas para poner en práctica las enseñanzas de Jesús en el Sermón de la Montaña?






miércoles, febrero 16, 2011

¿Quién es el de corazón limpio?









¿QUIÉN ES EL DE CORAZÓN LIMPIO?

Algunos dicen que el Sermón de la Montaña (Mateo 5-7), no se puede llevar a la práctica en la vida concreta; es un ideal tan elevado que es imposible alcanzarlo en medio de la agitación que se tiene en las relaciones interpersonales.

Jesús es muy directo, franco, no le da vueltas a las cosas cuando nos explica en el Sermón de la Montaña cómo quiere que sean sus discípulos. En el evangelio de Mateo, capítulos 5 al 7, promulga sus estatutos para la creación del verdadero pueblo de Dios, la comunidad de sus seguidores, esto es, la Iglesia. Marca el perfil del discípulo; pero no para que viva de manera aislada su discipulado, el individuo por su cuenta, sino la persona que vive en relación con otros, el discípulo que vive en comunidad y, de esa manera, se hace seguidor de Jesús.

¿Qué es lo que quiere Jesús de sus discípulos? Jesús quiere llegar al fondo, es decir, renovar completamente el corazón humano y sembrar ahí criterios nuevos de donde broten actitudes y comportamientos como Él lo desea. No pretende que el discípulo realice obras buenas sólo porque está mandado hacerlo, (esta conducta es precisamente la que Él reprobaba de los fariseos), sino que las obras buenas sean el reflejo de que el corazón humano está lleno de lo que Él sembró.

¿Y qué sembró? El amor. (‘Corazón’ en sentido bíblico: la realidad más profunda del hombre donde radican sus intenciones, su capacidad de optar, sus proyectos, pensamientos, sentimientos y emociones).

Dar frutos que nacen del amor que sembró Jesús ¿será un ideal inalcanzable? Es cierto que en la misma Sagrada Escritura se habla de lo trastocado que se encuentra el corazón humano: “El corazón humano se inclina al mal desde la infancia” (Génesis 8,21). “Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí” (Isaías 29,13). Esta profundidad de la conciencia es precisamente lo que Jesús quiere renovar al presentarnos su enseñanza en el llamado ‘Sermón de la Montaña’.

Pero, ¿cómo puede el discípulo hacer que broten de su ser más profundo frutos de amor? No lo puede hacer solo; es Jesús mismo quien confiere al corazón humano la limpieza que le hace falta. Jesús resucitado ilumina las profundidades de la persona para que pueda ‘comprender’ lo que Él quiere y tener la vivencia del amor como Él ama; así nos lo presenta Lucas 24,32: “Con razón nuestro corazón ardía cuando nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras”.

Es entonces la fe en Cristo, que no es otra cosa que la adhesión total que da la persona a Cristo Jesús, la que trae la renovación interior; así lo afirma Pablo: “Porque si proclamas con tu boca que Jesús es el Señor y crees con tu corazón que Dios lo ha resucitado de entre los muertos, te salvarás” (Romanos 10,9). Y de la fe, bañada por el amor de Cristo, nacen las obras.

Conozco en nuestra parroquia hermanos que se han adherido totalmente a Cristo Jesús, que son de corazón limpio y que demuestran que el mensaje del Sermón de la Montaña sí es realizable entre nosotros, sí se puede llevar a la práctica en medio de las relaciones interpersonales, muchas veces padeciendo violencias, injurias y dolor. Uno de esos hermanos se encuentra en estos días gravemente enfermo; por él elevamos al Señor nuestras oraciones. Sólo quien es capaz de seguir a Jesús con una entrega total es limpio de corazón; Él mismo dice: “El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz de cada día y me siga” (Lucas 9,23). Jesús no obliga, deja en libertad; pero al optar por Él, le encontramos sentido a nuestra vida.

Estamos llamados, como Iglesia en pequeña comunidad, a dar signos de obras buenas para darle la razón a Jesús; una pequeña comunidad transformada es levadura del Reino de Dios para el mundo.       













lunes, febrero 14, 2011

Nuestros hermanos enfermos.





Misa de Unción de enfermos.

Hermanos disminuidos en su salud corporal y anímica recibieron la Unción de enfermos. El 11 de Febrero, fiesta de Nuestra Señora de Lourdes, el templo parroquial recibió a muchos hermanos enfermos, quienes llenos de confianza en el Señor Dios, pidieron por su salud y recibieron el Sacramento de la Unción. Se fortalecieron en su fe y su ánimo se robusteció con la gracia propia de este Sacramento y con la Comunión Eucarística.

Los grupos de la Parroquia atendieron con delicadeza a nuestros hermanos.

Aquí algunas fotos de la celebración eucarística.



















jueves, febrero 10, 2011

Cristo nuestra paz - México vida digna.






QUE EN CRISTO NUESTRA PAZ, MÉXICO TENGA VIDA DIGNA.

Es el nombre de la exhortación pastoral que los Obispos de México nos entregaron en Febrero de 2010. Trata sobre la misión de la Iglesia en la construcción de la paz, para la vida digna del pueblo de México. Es uno de los documentos de mayor relevancia que los Obispos han emitido en los últimos años; de ahí que, es importante tenerlo muy a la mano para la reflexión a nivel personal y de grupo. No dejemos, pues, que se nos vaya olvidando.

Transcribo los números 198 al 202, que corresponden al Capítulo III: “Promover el desarrollo – construir la paz”.

¿Y de qué manera se puede lograr esto? Los mismos Obispos nos ayudan presentando acciones muy concretas, que, si son bien reflexionadas y hay de nuestra parte un decidido compromiso cristiano, no queda más que “manos a la obra” y elaborar un programa para su puesta en práctica.

Hay que poner atención en los verbos y en el significado que encierran, sus sinónimos:
difundir: expandir, propagar, ramificar, etc.
fomentar: avivar, vivificar, sostener, etc.
impulsar: animar, alentar, apremiar, etc.
promover: empujar, inspirar, suscitar, etc.

Encierran un significado de movimiento y de estar constantemente dando un impulso; los Obispos quieren lanzarnos a iniciar un estilo de vida renovado, darle un fuerte impulso y mantenernos en esa dinámica para ser promotores del desarrollo integral de la persona y de esa manera constructores de la paz.

Los invito, amigos mexicanos, a escoger una acción de las que nos proponen los Obispos y comprometernos a desarrollarla durante el actual semestre; para el siguiente semestre, de Julio a Diciembre, pongamos en práctica otra acción, y así sucesivamente, es decir, una acción por semestre. De esa manera creamos un estilo vida en torno a los que nos rodean en el ámbito de nuestra vida diaria.   




QUE EN CRISTO NUESTRA PAZ, MÉXICO TENGA VIDA DIGNA.


III.- PROMOVER EL DESARROLLO – CONSTRUIR LA PAZ. (185-239).


2. EDUCACIÓN PARA LA PAZ.
(198-202).
→ 199: Difundir pensamientos de paz.
→ 200: Fomentar sentimientos de paz.
→ 201: Impulsar gestos de paz.
→ 202: Promover un lenguaje de paz.


198.- La superación de la violencia sólo será posible con el hábil uso de herramientas que se consiguen con la educación y que capacitan para hablar un lenguaje de paz. Estas herramientas son: el testimonio, la fuerza moral, la razón y la palabra. Si queremos responder al mal con la fuerza del bien, tenemos que educarnos para la paz; esto significa sacar desde dentro, desde lo más íntimo, desde nuestra mente y desde nuestro corazón, pensamientos y sentimientos de paz que se expresen a través de un lenguaje y de gestos de paz. Con estas herramientas primordiales para la consolidación de un estilo de vida, podremos impregnar la  sociedad con los valores y principios de la paz.




2.1.- Difundir pensamientos de paz.

199.- Para superar la violencia, los mexicanos debemos aprender a humanizar la carga pasional de nuestras opciones mediante la racionalidad. Es preciso introducir una estructura racional en el corazón de nuestras actitudes.

→ Nos comprometemos a:

a) Crear y difundir pensamientos de paz que nos permitan ir más allá de las emociones y reacciones primarias que generalmente son agresivas y violentas; para ello se necesita pensar bien y ser personas con una ética, valores y virtudes humanas orientadas al compartir.

b) Proponer el Evangelio de la paz, mediante todos los recursos a nuestro alcance, incluyendo las  nuevas tecnologías y las redes sociales, motivando, con creatividad para que la sinrazón de la violencia, de la venganza sea sustituida por la lógica de la paz. La represalia, siendo menos grave que la venganza, no es la solución para la superación de los problemas.

c) Crear círculos de reflexión a la luz de la Doctrina Social de la Iglesia para repensar el actual orden social, político y económico y difundir de manera creativa sus principios de reflexión, sus criterios de juicio y sus orientaciones para la acción.

d) Sumarnos a los esfuerzos que muchos hacen para ofrecer una alternativa cultural diversa a la que ha originado la crisis de inseguridad y violencia que vivimos; que en lugar de propiciar el individualismo, la competencia y la exclusión, sea inclusiva, democrática, hospitalaria, acogedora y cooperativa. No necesitamos inventar, sino recuperar la riqueza cultural y la sabiduría de nuestros pueblos.




2.2.- Fomentar sentimientos de paz.

200.- Introducir la racionalidad en nuestras actitudes no es  suficiente. Debemos aprender también a serenar el mundo de los sentimientos, que acompañan nuestras opciones. En muchos ciudadanos y dirigentes políticos se alojan actitudes violentas como la demonización de quienes son considerados adversarios, la pasión por eliminarlos del escenario público, el resentimiento por los agravios y las agresiones padecidas y la desconfianza que aísla e impide el acercamiento y reconocimiento mutuo.

→ Nos comprometemos a:

a) Impulsar el desarrollo humano de las personas, en las familias y en las comunidades, que propicie la reconciliación de la propia afectividad, para que afloren sentimientos de paz que encaucen positivamente el potencial de agresividad que existe en todas las personas.

b) Desarrollar  la  indignación contra toda violencia presente en nosotros y en torno a nosotros. No podemos acostumbrarnos a la violencia ni asumirla como estilo de vida; ésta nos debe sorprender y  nos tiene que llevar a la indignación que nos mueve a evitarla.

c) Expresar el amor a la paz. Es importante amar la paz, adherirse a ella de un modo espontáneo, disfrutarla y celebrarla cuando se tiene, y también expresar el dolor y sufrimiento cuando nos vemos privados de ella.

d) Fomentar el sentido de pertenencia a la nación y el reconocimiento de que en nuestras diferencias está nuestra riqueza. Con nuestra nación se identifican nuestra familia y nuestros amigos; nuestros valores y nuestra cultura; nuestros recursos y la riqueza de nuestro entorno. Somos un solo pueblo, plural, diverso, pero un solo pueblo.




2.3.- Impulsar gestos de paz.

201.- Lo que suscita horizontes de paz debe expresarse en gestos de paz. Cuando éstos están ausentes, las convicciones que se van gestando en el corazón humano se evaporan y cualquier esfuerzo a favor de la paz se vuelve inconsistente. La práctica de la paz arrastra a la paz. Ella enseña a los que buscan el tesoro de la paz que éste se descubre y se ofrece a quienes realizan modestamente, día tras día, todas las acciones de paz de que son capaces.

→ Nos comprometemos a:

a) Proponer, por todos los medios, la reconciliación social y el perdón como alternativas a la violencia. Los conflictos humanos no se resuelven de forma duradera si no se introduce en ellos la dimensión del perdón. La verdadera paz no se logra cuando unos hombres vencen a otros, sino cuando todos juntos logramos vencer la recíproca incomprensión y la incapacidad para aceptar las diferencias de los demás.

b) Promover la no-violencia como alternativa en la vida civil y política. La no violencia consiste en llevar a sus últimas consecuencias el mensaje del amor universal de Jesús; optar por medios compatibles con el amor, incluso a los enemigos, para instaurar una sociedad justa y  pacífica.

c) Proponer un estilo de vida austero y sencillo; en medio de una sociedad consumista que propicia violencia, tenemos que aprender a evitar lo superfluo y vivir con lo necesario. La búsqueda obsesiva de lo que haga más cómoda la vida nos debilita, nos hace frágiles y vulnerables, egoístas e insaciables.

d) Ofrecer, en los momentos propicios de la vida social y eclesial de nuestras comunidades, gestos de paz que consoliden los esfuerzos y condiciones de paz. La experiencia religiosa es propicia para ello, ya que facilita que en las distintas situaciones las personas se abran al misterio de Dios y descubran el anhelo compartido de una fraternidad universal y la necesidad de promover una cultura de solidaridad.




2.4.- Promover un lenguaje de paz.

202.- La educación para la paz nos pide un lenguaje pacífico y pacificador, que sea capaz de expresar la riqueza de nuestros pensamientos y sentimientos de paz y por ello, sea un lenguaje propicio para la comunión y la reconciliación.

→ Nos comprometemos a:

a) Invitar a todos a despojar de su carga bélica las formas ordinarias de expresión -palabras, signos, gestos- ya que éstas intimidan, aíslan y hacen difícil la comunicación y el encuentro entre las personas, y con ello nos acercan a la violencia y nos alejan de la paz.

b) Hacer conciencia de que la ironía acerba y la dureza en los juicios, la crítica irracional de los demás, la agresividad verbal en la manifestación de inconformidades y en la reivindicación de derechos no son el camino que lleva a la justicia, porque confunden en la búsqueda de la verdad, en la aplicación de la justicia y hacen más difícil la instauración de la paz.

c) Promover el diálogo como camino real para la superación de todas las confrontaciones. «El diálogo se presenta siempre como instrumento insustituible para toda confrontación constructiva tanto en las relaciones internas de los Estados como en las internacionales» (Juan Pablo II, Homilía  en la celebración del Jubileo de los Gobernantes, Parlamentarios y Políticos. 5 de noviembre de 2000). La actitud dialogante no es innata. Se adquiere por la educación. Hemos de aprender a pasar de la violencia al grito y del grito a la palabra. El aprendizaje ha de ser desde la edad temprana. La familia y la escuela son dos espacios privilegiados para aprender a solventar los conflictos por vía pacífica y dialogal.

d) Capacitar y capacitarnos para la escucha. Constatamos que en ocasiones nuestra palabra, ofrecida para una respuesta humana y cristiana a los problemas, es recibida con recelo en ciertos ambientes sociales. Nos llama la atención que la invitación al diálogo, a la reconciliación, a la misericordia con los que sufren, y al perdón se vea envuelta en el manto de la sospecha. Los pastores de la Iglesia no podemos renunciar a ofrecer este servicio; si lo hiciéramos no cumpliríamos a cabalidad con nuestro ministerio y mutilaríamos sensiblemente el mensaje del Señor. Nosotros, por nuestra parte, tenemos el compromiso de escuchar las voces de los demás.












miércoles, febrero 09, 2011

En el silencio de tu corazón





EN EL SILENCIO DE TU CORAZÓN.

Cuentan de un hombre que, cada tarde, en su camino de regreso del trabajo, entraba en una iglesia abierta. No sabía casi nada de oraciones para rezar, pero se ponía cerca del sagrario y decía: “Jesús, soy Andrés”.

Se quedaba callado después durante unos minutos y se marchaba.

Un día tuvo un accidente muy grave y estuvo varias semanas en el hospital. Al ser dado de alta por los médicos y salir del hospital, una enfermera le dijo:

→ Andrés, ¿por qué siempre estás tan contento, a pesar de lo que sufriste al accidentarte?

→ Él contestó: Es porque Él siempre me visita.

→ ¿Quién?, dijo ella, yo nunca vi a nadie que viniera a verte.

→ Yo tampoco vi a nadie, dijo él, pero cada día, al atardecer, Él estaba ahí, junto a mi cama y me decía: “Andrés, soy Jesús”.


Andrés, que creía que no sabía nada de rezar, era alguien “limpio de corazón” y por eso “veía a Dios”.

* Ponte junto a Jesús, repítele tu nombre y deja que Él pronuncie el suyo en el silencio de tu corazón.







martes, febrero 08, 2011

¿Luz del mundo?








¿LUZ DEL MUNDO?

El evangelio del domingo pasado hace un llamado insistente al cristiano para que sea “luz del mundo, sal de la tierra”, (Mt 5,13-16). Estas imágenes tienen una muy estrecha relación con la petición del Padrenuestro “Venga tu Reino”. El Reino de Dios se hace presente en el mundo, se hace visible en la sociedad en la medida en que los cristianos somos “luz”, somos “sal” para los demás.

En tiempos de Jesús se utilizaba la sal para conservar la carne y evitar así su descomposición, también para aportar sabor a las comidas insípidas. En este sentido, si los cristianos nos dejamos conducir por el Espíritu de Jesús desempeñamos una función muy importante. Ayudamos a preservar la vida de los demás para que las relaciones interpersonales no se corrompan, que estén marcadas por los valores de la paz, de la verdad y de la honestidad. Somos como la sal en la sopa. Y así el Reino de Dios está presente en el mundo.

Siempre que digamos la oración del Padrenuestro es importante fijarnos y detenernos un poco en esta segunda petición: “Venga tu Reino”. Pedimos que Dios esté presente entre nosotros, pero nosotros mismos nos comprometemos a colaborar para hacer más patente esa presencia divina. El cristiano, asimilado por el Espíritu de Jesús tiene una influencia purificadora en su entorno, hay algo en él que ilumina el ambiente. Los cristianos tienen la labor de crear lazos de paz entre los diferentes grupos humanos. Gracias a estas obras del cristiano, el Reino de Dios llega a la sociedad.

Dios es luz, y la luz de Dios debe brillar a través de nosotros. Jesús habla claro cuando dice que las buenas obras que realiza el cristiano son una luz que ilumina el camino de hombres y mujeres en la sociedad; son una luz para que los demás le encuentren sentido a su vida y así puedan reconocer que la meta final de su vida es Dios mismo. El creyente no necesita realizar grandes acciones sino las de su vida diaria marcadas por el amor, la justicia y la paz. Es el comportamiento del cristiano lo que debe brillar para que Dios se manifieste entre los hombres; es el cristiano envuelto por el manto del Espíritu de Jesús el que brilla y los demás lo notan y pueden alabar a Dios. ¡Como dice el dicho: el ejemplo arrastra!

  







¡Que no es fácil ser sal, ser luz! Es cierto; en esta sociedad que nos tocó vivir se nos presenta a los cristianos un gran reto en la vida diaria: testimoniar la presencia de Cristo entre nosotros. Pero no es con el esfuerzo humano como lo podemos hacer; el Espíritu de Cristo resucitado nos anima. Pero necesitamos mantener la apertura de corazón ante Jesucristo; esto se logra con la oración.

→ Para ello, haz tu oración recitando con frecuencia el Padrenuestro y serás instrumento eficaz de la presencia de Cristo entre nosotros.

→ Reflexiona sobre el amor que tienes a Jesús y qué tanto quieres poner en práctica su mensaje…

→ ¿Cómo se nota en mis acciones concretas que soy un seguidor de Jesús? …

martes, febrero 01, 2011

¡Basta que sean jóvenes, Cristo los ama!







SAN JUAN BOSCO A LOS JÓVENES:
¡BASTA QUE SEAN JÓVENES! ¡CRISTO LOS AMA!


Considero muy valioso el mensaje que el P. Pascual Chávez Villanueva, Superior de los Salesianos, envía a los jóvenes en la fiesta de San Juan Bosco, en Turín el 31 de enero de 2011. Aquí presento algunos párrafos, e invito a los jóvenes a darle una buena leída y a conocer la vida de San Juan Bosco, amigo y gran educador de jóvenes.


Queridos jóvenes:

Los saludo y les confío mi inmensa alegría al enviarles este mensaje. Son palabras y sentimientos que reúno ante el Señor Jesús, Buen Pastor. A su corazón misericordioso le pido que ilumine su mente, encienda su corazón y llene de sentido y dinamismo  sus vidas.

Todos los días los llevo en el corazón y ruego incesantemente por ustedes; sí, pido por ustedes, porque mantenerme unido a Cristo y entregarme totalmente a ustedes es la orientación profunda de mi vida. En ustedes leo un gran deseo de vivir y un sueño oculto de hacer de la vida algo hermoso. Naturalmente se plantean la pregunta: ¿qué hacer y cómo hacerlo? Me inquieta que muchos de ustedes estén todavía inciertos y confusos; y sé muy bien que no esperan desde luego nada de teorías y  programas. Para responder a su pregunta, entonces, no puedo sino hablarles con el corazón de nuestro padre Don Bosco. Es él el que ahora les habla, es él que el que toma a su cuidado su vida presente y la futura, porque los quiere felices en esta tierra y para siempre.

Quiero hacerles conocer, queridos Jóvenes, lo que me ha hecho entender, de manera cada vez más profunda, el sentido de mi vida. Para mí ha surgido y me ha ayudado mucho a encontrarlo en el encuentro con una persona.

Esta persona fue para mí, ante todo, mi madre Margarita. Cuando contemplábamos juntos un campo de trigo maduro, ella me decía: «Demos gracias al Señor, Juanito. Él ha sido bueno con nosotros. Nos ha dado el pan de cada día». Después de que le conté el sueño que iba a marcar mi vida, con la intuición que sólo el corazón de una madre puede descubrir, exclamó: «Quien sabe si no llegarás a ser sacerdote». Palabras sencillas, que me hacían entender que Dios había soñado conmigo, que Dios tenía para mí un sueño que realizar, un designio, un proyecto maravilloso, una historia de amor que misteriosa y silenciosamente iba tejiendo dentro de mí: entregar mi vida a los jóvenes, para ellos y con ellos. Todo esto me hacía soñar en grande.

El sentido religioso de la vida me lo enseñaba mi madre no sólo con palabras, sino también y sobre todo con sus ejemplos, como cuando despertada por los vecinos en medio de la noche para atender a un enfermo grave, se levantaba y echando a correr iba a prestarle su ayuda. La misma prontitud y el mismo amor mostraba ella cuando al mendigo que llamaba a la puerta no le negaba nunca un pedazo de pan o una sopa caliente. Aprendí de ese modo que no basta con soñar, sino que hace falta pagar un precio para que los sueños se hagan realidad. De ella aprendí los gestos de la religiosidad sencilla, la costumbre de la oración, del cumplimiento del deber, del sacrificio. Su presencia amorosa me recordaba que la vida es el don más precioso que Dios nos ha hecho y que debemos devolvérsela cargada de frutos y de buenas obras.

A lo largo de mi vida, sobre todo cuando tenía que tomar decisiones importantes, encontré a otras personas, iluminadas por el Espíritu, que me ayudaron a comprender que la vida es vocación y compromiso de entrega, y me guiaron en la escucha de la llamada del Señor y en la acogida de la misión que Él me confiaba. Esta experiencia personal me convenció con fuerza de la importancia, para los jóvenes, de encontrar un ambiente donde se respiran y se viven los grandes valores humanos y cristianos, así como la importancia de encontrar adultos seguros, guías espirituales capaces de encarnar los valores que proclaman, presentándose como testigos creíbles y modelos de vida.


También ustedes, jóvenes, pueden encontrar personas de referencia en la  familia o en el ambiente que los rodea. Hay personas estupendas, ricas humanamente y capaces de vivir y testimoniar una profunda espiritualidad. Pueden mirarlas como modelos concretos para su vida. Son sacerdotes, personas consagradas, laicos y laicas que viven con alegría la plenitud del bautismo. Guiados por el Espíritu y a la escucha de la Palabra de Dios, han sido capaces de desarrollar su vida cristiana hasta hacer tomar decisiones de vida valientes y comprometidas. Se han convertido de ese modo en testigos auténticos de Cristo en la Iglesia y en la sociedad.





Esas personas son, para ustedes, un poco como Juan Bautista, testigos y mediadores del encuentro con Jesús. El Bautista, en efecto, señaló a Jesús de Nazaret a sus discípulos como el que podía satisfacer los deseos más profundos de su corazón, el que podía llenar de sentido y de alegría su vida, el que era verdaderamente “el camino, la verdad y la vida”. Los testigos de hoy, los que encontramos en nuestro camino, son “nuestros Juan Bautista”. ¡Los que, una vez más, nos señalan al Señor de la Vida!

Queridos jóvenes, ustedes no pueden resignarse a vivir su vida como si fuese un simple ciclo biológico (nacer, crecer, reproducirse y morir); no pueden plantearse su existencia como una vida carente de energía, anémica, sin pasión en lo que se refiere a Dios y al prójimo. No pueden malgastar su vida rebajándose al papel de consumidores y espectadores. Ustedes están llamados a ser protagonistas en la sociedad y en la Iglesia: «Ustedes son la sal de la tierra y la luz del mundo», diría Jesús.

¡Sí, queridos jóvenes! “Hoy” Dios tiene necesidad de ustedes para “rehacer” el mundo. Todo hombre, toda mujer tiene un sueño por el que vive y del que habla. Yo, movido por el Espíritu de Jesús, he cultivado siempre y todavía hoy cultivo mi sueño: un gran movimiento de adultos y jóvenes que sea profecía de este nuevo mundo. Un mundo en el que cada hombre pueda obtener justicia. Un mundo en cuyo centro estén los  “pequeños”, los últimos. Un mundo en el que las personas sean entre sí hermanos y hermanas. Este nuevo mundo puede tomar forma, hacerse real, si siguen a Jesús, si toman de corazón sus palabras y realizan así el sueño de Dios.

Pido al Señor por ustedes, queridos jóvenes, para que también hoy muchos de ustedes se dejen seducir, fascinar por Dios hasta entregarse totalmente a Él. Si se ponen al servicio del Amor no les faltarán alegrías profundas. Son las alegrías de la fecundidad que viene de la intimidad con Dios y de la fatiga del obrero que vive sólo para la causa del Reino.