miércoles, febrero 16, 2011

¿Quién es el de corazón limpio?









¿QUIÉN ES EL DE CORAZÓN LIMPIO?

Algunos dicen que el Sermón de la Montaña (Mateo 5-7), no se puede llevar a la práctica en la vida concreta; es un ideal tan elevado que es imposible alcanzarlo en medio de la agitación que se tiene en las relaciones interpersonales.

Jesús es muy directo, franco, no le da vueltas a las cosas cuando nos explica en el Sermón de la Montaña cómo quiere que sean sus discípulos. En el evangelio de Mateo, capítulos 5 al 7, promulga sus estatutos para la creación del verdadero pueblo de Dios, la comunidad de sus seguidores, esto es, la Iglesia. Marca el perfil del discípulo; pero no para que viva de manera aislada su discipulado, el individuo por su cuenta, sino la persona que vive en relación con otros, el discípulo que vive en comunidad y, de esa manera, se hace seguidor de Jesús.

¿Qué es lo que quiere Jesús de sus discípulos? Jesús quiere llegar al fondo, es decir, renovar completamente el corazón humano y sembrar ahí criterios nuevos de donde broten actitudes y comportamientos como Él lo desea. No pretende que el discípulo realice obras buenas sólo porque está mandado hacerlo, (esta conducta es precisamente la que Él reprobaba de los fariseos), sino que las obras buenas sean el reflejo de que el corazón humano está lleno de lo que Él sembró.

¿Y qué sembró? El amor. (‘Corazón’ en sentido bíblico: la realidad más profunda del hombre donde radican sus intenciones, su capacidad de optar, sus proyectos, pensamientos, sentimientos y emociones).

Dar frutos que nacen del amor que sembró Jesús ¿será un ideal inalcanzable? Es cierto que en la misma Sagrada Escritura se habla de lo trastocado que se encuentra el corazón humano: “El corazón humano se inclina al mal desde la infancia” (Génesis 8,21). “Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí” (Isaías 29,13). Esta profundidad de la conciencia es precisamente lo que Jesús quiere renovar al presentarnos su enseñanza en el llamado ‘Sermón de la Montaña’.

Pero, ¿cómo puede el discípulo hacer que broten de su ser más profundo frutos de amor? No lo puede hacer solo; es Jesús mismo quien confiere al corazón humano la limpieza que le hace falta. Jesús resucitado ilumina las profundidades de la persona para que pueda ‘comprender’ lo que Él quiere y tener la vivencia del amor como Él ama; así nos lo presenta Lucas 24,32: “Con razón nuestro corazón ardía cuando nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras”.

Es entonces la fe en Cristo, que no es otra cosa que la adhesión total que da la persona a Cristo Jesús, la que trae la renovación interior; así lo afirma Pablo: “Porque si proclamas con tu boca que Jesús es el Señor y crees con tu corazón que Dios lo ha resucitado de entre los muertos, te salvarás” (Romanos 10,9). Y de la fe, bañada por el amor de Cristo, nacen las obras.

Conozco en nuestra parroquia hermanos que se han adherido totalmente a Cristo Jesús, que son de corazón limpio y que demuestran que el mensaje del Sermón de la Montaña sí es realizable entre nosotros, sí se puede llevar a la práctica en medio de las relaciones interpersonales, muchas veces padeciendo violencias, injurias y dolor. Uno de esos hermanos se encuentra en estos días gravemente enfermo; por él elevamos al Señor nuestras oraciones. Sólo quien es capaz de seguir a Jesús con una entrega total es limpio de corazón; Él mismo dice: “El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz de cada día y me siga” (Lucas 9,23). Jesús no obliga, deja en libertad; pero al optar por Él, le encontramos sentido a nuestra vida.

Estamos llamados, como Iglesia en pequeña comunidad, a dar signos de obras buenas para darle la razón a Jesús; una pequeña comunidad transformada es levadura del Reino de Dios para el mundo.       













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