QUE EN CRISTO NUESTRA PAZ, MÉXICO TENGA VIDA DIGNA.
Es el nombre de la exhortación pastoral que los Obispos de México nos entregaron en Febrero de 2010. Trata sobre la misión de la Iglesia en la construcción de la paz, para la vida digna del pueblo de México. Es uno de los documentos de mayor relevancia que los Obispos han emitido en los últimos años; de ahí que, es importante tenerlo muy a la mano para la reflexión a nivel personal y de grupo. No dejemos, pues, que se nos vaya olvidando.
Transcribo los números 198 al 202, que corresponden al Capítulo III: “Promover el desarrollo – construir la paz”.
¿Y de qué manera se puede lograr esto? Los mismos Obispos nos ayudan presentando acciones muy concretas, que, si son bien reflexionadas y hay de nuestra parte un decidido compromiso cristiano, no queda más que “manos a la obra” y elaborar un programa para su puesta en práctica.
Hay que poner atención en los verbos y en el significado que encierran, sus sinónimos:
→ difundir: expandir, propagar, ramificar, etc.
→ fomentar: avivar, vivificar, sostener, etc.
→ impulsar: animar, alentar, apremiar, etc.
→ promover: empujar, inspirar, suscitar, etc.
Encierran un significado de movimiento y de estar constantemente dando un impulso; los Obispos quieren lanzarnos a iniciar un estilo de vida renovado, darle un fuerte impulso y mantenernos en esa dinámica para ser promotores del desarrollo integral de la persona y de esa manera constructores de la paz.
Los invito, amigos mexicanos, a escoger una acción de las que nos proponen los Obispos y comprometernos a desarrollarla durante el actual semestre; para el siguiente semestre, de Julio a Diciembre, pongamos en práctica otra acción, y así sucesivamente, es decir, una acción por semestre. De esa manera creamos un estilo vida en torno a los que nos rodean en el ámbito de nuestra vida diaria.
QUE EN CRISTO NUESTRA PAZ, MÉXICO TENGA VIDA DIGNA.
III.- PROMOVER EL DESARROLLO – CONSTRUIR LA PAZ. (185-239).
2. EDUCACIÓN PARA LA PAZ.
(198-202).
→ 199: Difundir pensamientos de paz.
→ 200: Fomentar sentimientos de paz.
→ 201: Impulsar gestos de paz.
→ 202: Promover un lenguaje de paz.
198.- La superación de la violencia sólo será posible con el hábil uso de herramientas que se consiguen con la educación y que capacitan para hablar un lenguaje de paz. Estas herramientas son: el testimonio, la fuerza moral, la razón y la palabra. Si queremos responder al mal con la fuerza del bien, tenemos que educarnos para la paz; esto significa sacar desde dentro, desde lo más íntimo, desde nuestra mente y desde nuestro corazón, pensamientos y sentimientos de paz que se expresen a través de un lenguaje y de gestos de paz. Con estas herramientas primordiales para la consolidación de un estilo de vida, podremos impregnar la sociedad con los valores y principios de la paz.
2.1.- Difundir pensamientos de paz.
199.- Para superar la violencia, los mexicanos debemos aprender a humanizar la carga pasional de nuestras opciones mediante la racionalidad. Es preciso introducir una estructura racional en el corazón de nuestras actitudes.
→ Nos comprometemos a:
a) Crear y difundir pensamientos de paz que nos permitan ir más allá de las emociones y reacciones primarias que generalmente son agresivas y violentas; para ello se necesita pensar bien y ser personas con una ética, valores y virtudes humanas orientadas al compartir.
b) Proponer el Evangelio de la paz, mediante todos los recursos a nuestro alcance, incluyendo las nuevas tecnologías y las redes sociales, motivando, con creatividad para que la sinrazón de la violencia, de la venganza sea sustituida por la lógica de la paz. La represalia, siendo menos grave que la venganza, no es la solución para la superación de los problemas.
c) Crear círculos de reflexión a la luz de la Doctrina Social de la Iglesia para repensar el actual orden social, político y económico y difundir de manera creativa sus principios de reflexión, sus criterios de juicio y sus orientaciones para la acción.
d) Sumarnos a los esfuerzos que muchos hacen para ofrecer una alternativa cultural diversa a la que ha originado la crisis de inseguridad y violencia que vivimos; que en lugar de propiciar el individualismo, la competencia y la exclusión, sea inclusiva, democrática, hospitalaria, acogedora y cooperativa. No necesitamos inventar, sino recuperar la riqueza cultural y la sabiduría de nuestros pueblos.
2.2.- Fomentar sentimientos de paz.
200.- Introducir la racionalidad en nuestras actitudes no es suficiente. Debemos aprender también a serenar el mundo de los sentimientos, que acompañan nuestras opciones. En muchos ciudadanos y dirigentes políticos se alojan actitudes violentas como la demonización de quienes son considerados adversarios, la pasión por eliminarlos del escenario público, el resentimiento por los agravios y las agresiones padecidas y la desconfianza que aísla e impide el acercamiento y reconocimiento mutuo.
→ Nos comprometemos a:
a) Impulsar el desarrollo humano de las personas, en las familias y en las comunidades, que propicie la reconciliación de la propia afectividad, para que afloren sentimientos de paz que encaucen positivamente el potencial de agresividad que existe en todas las personas.
b) Desarrollar la indignación contra toda violencia presente en nosotros y en torno a nosotros. No podemos acostumbrarnos a la violencia ni asumirla como estilo de vida; ésta nos debe sorprender y nos tiene que llevar a la indignación que nos mueve a evitarla.
c) Expresar el amor a la paz. Es importante amar la paz, adherirse a ella de un modo espontáneo, disfrutarla y celebrarla cuando se tiene, y también expresar el dolor y sufrimiento cuando nos vemos privados de ella.
d) Fomentar el sentido de pertenencia a la nación y el reconocimiento de que en nuestras diferencias está nuestra riqueza. Con nuestra nación se identifican nuestra familia y nuestros amigos; nuestros valores y nuestra cultura; nuestros recursos y la riqueza de nuestro entorno. Somos un solo pueblo, plural, diverso, pero un solo pueblo.
2.3.- Impulsar gestos de paz.
201.- Lo que suscita horizontes de paz debe expresarse en gestos de paz. Cuando éstos están ausentes, las convicciones que se van gestando en el corazón humano se evaporan y cualquier esfuerzo a favor de la paz se vuelve inconsistente. La práctica de la paz arrastra a la paz. Ella enseña a los que buscan el tesoro de la paz que éste se descubre y se ofrece a quienes realizan modestamente, día tras día, todas las acciones de paz de que son capaces.
→ Nos comprometemos a:
a) Proponer, por todos los medios, la reconciliación social y el perdón como alternativas a la violencia. Los conflictos humanos no se resuelven de forma duradera si no se introduce en ellos la dimensión del perdón. La verdadera paz no se logra cuando unos hombres vencen a otros, sino cuando todos juntos logramos vencer la recíproca incomprensión y la incapacidad para aceptar las diferencias de los demás.
b) Promover la no-violencia como alternativa en la vida civil y política. La no violencia consiste en llevar a sus últimas consecuencias el mensaje del amor universal de Jesús; optar por medios compatibles con el amor, incluso a los enemigos, para instaurar una sociedad justa y pacífica.
c) Proponer un estilo de vida austero y sencillo; en medio de una sociedad consumista que propicia violencia, tenemos que aprender a evitar lo superfluo y vivir con lo necesario. La búsqueda obsesiva de lo que haga más cómoda la vida nos debilita, nos hace frágiles y vulnerables, egoístas e insaciables.
d) Ofrecer, en los momentos propicios de la vida social y eclesial de nuestras comunidades, gestos de paz que consoliden los esfuerzos y condiciones de paz. La experiencia religiosa es propicia para ello, ya que facilita que en las distintas situaciones las personas se abran al misterio de Dios y descubran el anhelo compartido de una fraternidad universal y la necesidad de promover una cultura de solidaridad.
2.4.- Promover un lenguaje de paz.
202.- La educación para la paz nos pide un lenguaje pacífico y pacificador, que sea capaz de expresar la riqueza de nuestros pensamientos y sentimientos de paz y por ello, sea un lenguaje propicio para la comunión y la reconciliación.
→ Nos comprometemos a:
a) Invitar a todos a despojar de su carga bélica las formas ordinarias de expresión -palabras, signos, gestos- ya que éstas intimidan, aíslan y hacen difícil la comunicación y el encuentro entre las personas, y con ello nos acercan a la violencia y nos alejan de la paz.
b) Hacer conciencia de que la ironía acerba y la dureza en los juicios, la crítica irracional de los demás, la agresividad verbal en la manifestación de inconformidades y en la reivindicación de derechos no son el camino que lleva a la justicia, porque confunden en la búsqueda de la verdad, en la aplicación de la justicia y hacen más difícil la instauración de la paz.
c) Promover el diálogo como camino real para la superación de todas las confrontaciones. «El diálogo se presenta siempre como instrumento insustituible para toda confrontación constructiva tanto en las relaciones internas de los Estados como en las internacionales» (Juan Pablo II, Homilía en la celebración del Jubileo de los Gobernantes, Parlamentarios y Políticos. 5 de noviembre de 2000). La actitud dialogante no es innata. Se adquiere por la educación. Hemos de aprender a pasar de la violencia al grito y del grito a la palabra. El aprendizaje ha de ser desde la edad temprana. La familia y la escuela son dos espacios privilegiados para aprender a solventar los conflictos por vía pacífica y dialogal.
d) Capacitar y capacitarnos para la escucha. Constatamos que en ocasiones nuestra palabra, ofrecida para una respuesta humana y cristiana a los problemas, es recibida con recelo en ciertos ambientes sociales. Nos llama la atención que la invitación al diálogo, a la reconciliación, a la misericordia con los que sufren, y al perdón se vea envuelta en el manto de la sospecha. Los pastores de la Iglesia no podemos renunciar a ofrecer este servicio; si lo hiciéramos no cumpliríamos a cabalidad con nuestro ministerio y mutilaríamos sensiblemente el mensaje del Señor. Nosotros, por nuestra parte, tenemos el compromiso de escuchar las voces de los demás.