FELIPE DE JESUS VIVIÓ A PLENITUD SU JUVENTUD.
SIENDO JOVEN LLEGÓ A SER SANTO.
Felipe de Jesús fue un joven inquieto como tantos; sabemos que en su adolescencia fue rebelde e inconstante, que la relación con su papá no era muy buena, no se entendían, sabemos que su vida nadaba en la superficialidad por la abundancia de bienes materiales que tenía su familia.
Sus papás, para su corrección, hicieron que ingresara al Noviciado Franciscano de Santa Bárbara en Puebla. Pero su espíritu inquieto e inconstante le llevó a abandonar el Noviciado, saltándose la barda para regresar a la casa paterna. Felipe aún no estaba maduro y no comprendía los caminos de Dios.
La vida de Felipe se accionaba entre virtudes y defectos. En sus virtudes hay que ver la acción indudable de la gracia de Dios. En sus defectos aparece claramente la naturaleza humana frágil y necesitada de la fuerza de Jesucristo.
Pero llegó el momento de la reflexión: Felipe de Jesús, un joven “de carne y hueso”, con sus virtudes y sus defectos, se dejó conducir por la mano de Cristo, quien ya desde hacía tiempo lo buscaba; venció su orgullo propio y se desbordó en una entrega generosa de la propia vida por amor a Cristo.
Ingresó de nuevo a la orden de los franciscanos y por impulso del Espíritu Santo vivió su vida con un constante deseo de conocer y cumplir la voluntad de Dios. En otras palabras, es lo que quiere decir la expresión “ser santos”. Hoy el Señor sigue llamando a los jóvenes a ser santos: ¡atrévanse, jóvenes, a ser santos! ¡A seguir a Cristo!
Felipe de Jesús se dedicó de lleno a sus estudios y atendía con gran sentido de solidaridad a los enfermos y moribundos. Todo lo hacía con la dedicación de un hombre que vivía para Jesús…
El mayor sueño de Felipe era convertirse en misionero en Japón. Podría entregarse más a Cristo trabajando duro por la conversión de los japoneses, y así lo hizo… Pero muere en la cruz, atravesado por ambos costados por dos lanzas; otra más le atravesó el pecho. Sus últimas palabras fueron: “Jesús, Jesús, Jesús”. Era el 5 de febrero de 1597 y Felipe contaba con apenas 23 años.
La vida de San Felipe de Jesús da motivo de esperanza para sentirse llamado por Cristo, a pesar de nuestra fragilidad y de nuestras infidelidades; San Felipe de Jesús anima a encontrarle sentido a nuestra vida y comprender que para Dios nada hay imposible.
Los obispos mexicanos han consagrado a San Felipe de Jesús como Protector y Modelo de los jóvenes de nuestra patria, para que, venciéndose a sí mismos, sepan, como Felipe de Jesús, buscar a Cristo siempre cercano a la vida, ser valientes para hacer que Cristo sea la luz que ilumine sus vidas y tener el coraje de seguirlo como el verdadero guía para la vida. La respuesta que Cristo pide a los jóvenes es una respuesta libre y generosa, disponibilidad para la escucha de su Palabra y, como consecuencia, ser audaz para seguirlo hasta ofrendar la propia vida.
Oración.
San Felipe de Jesús,
que llevaste tu espíritu generoso hasta el
extremo del mundo,
intercede por nosotros para que
aprendamos de ti
a ser como el mundo nos necesita.
Amén.
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