El encuentro de Pablo con Cristo.
En el camino de Damasco se produjo en Pablo un cambio radical en la concepción que tenía sobre sí mismo, sobre los demás y sobre Dios. Cristo lo encuentra y le cambia de dirección de la vida. ¿Hacia qué dirección lo condujo?
El mismo Pablo nos lo va explicando en sus cartas. En un texto me detengo un momento: Filp 3,7-8.
Ante todo, el Señor Jesús lo llevó a que tomara conciencia de que tenía que "desprenderse" completamente de lo que Pablo mismo consideraba sumamente importante; lo llevó a que comenzara a experimentar una vivencia totalmente nueva de las cosas. Dice Pablo: "Pero lo que entonces consideraba una ganancia, ahora lo considero pérdida por amor a Cristo. Más aún, pienso incluso que nada vale la pena si se compara con el conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor. Por Él he sacrificado todas las cosas, y todo lo tengo por basura con tal de ganar a Cristo" (Filp 3,7-8).
Pablo fue conducido hacia la percepción de que todo en la vida (cualidades, capacidades, proyectos, logros, realización humana), tiene un valor completamente relativo frente a Cristo Jesús; todo es de muy poco valor. Notemos que Pablo no desprecia lo que es y tiene la persona, lo que ha conseguido en la vida y que le da satisfacción humana, sino que todo esto, colocado frente a la persona y acontecimiento de Cristo resucitado, no tiene valor alguno para el sentido pleno de la vida, el cual solamente Cristo lo puede dar. En otras ocasiones Pablo hace alarde de lo importante que fue él mismo en medio de la sociedad en que vivía; pero ahora su "importancia" estriba en Cristo Jesús, ahora puede decir que se gloría no en sus méritos sino en Cristo Jesús.
A esta nueva visión de la vida es a la que Cristo encamina a Pablo en el encuentro de Damasco. Por eso Pablo insiste en que para él fue este encuentro una revelación, una iluminación; se ha colocado en un punto de vista nuevo: el de Cristo. Para él, a partir de ahora, todas las cosas son diversas; juzga su propia vida con ojos a la luz de Cristo. Puede exclamar: "estaba equivocado, he creído válido lo que no lo era, he confundido la verdad de las cosas".
Es comprensible, y uno se puede quedar impactado, del terrible shock de Pablo en el encuentro de Damasco, porque él no llega a esta nueva visión de la vida por medio de un razonamiento sino por medio de una toma de contacto con la verdad. Es así como comprende que tiene que rehacer todo, en su pensamiento, en su praxis, en sus relaciones con los demás y, sobre todo, en su fe.
Tal fue la revelación del ser de Jesús que tuvo Pablo y que lo hizo cambiar de juicio y de actitud. Una revelación que transformó su comportamiento interior. Es, pues, en el encuentro con Cristo donde radica la grandeza de Pablo. Y es, para el cristiano, la experiencia que tenga de Cristo lo que habrá de llevarlo a darle a las cosas, a la vida, a su propia persona, el justo valor, la justa medida y tener a Cristo como el valor supremo que le da sentido total a la existencia humana. Por más imponente que sea una conquista humana, el verdadero sentido de la vida lo proporciona la experiencia de fe en Cristo Jesús.
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